SOBRE LOS DECÁLOGOS LITERARIOS
En mi opinión, solo sirven como un
recurso primario para hacer tiempo (que no enseñar) en los talleres de
escritura de nivel elemental.
Me permito dividir todos los decálogos
(o casi todos) en tres partes:
Una tercera parte es de puras
obviedades: ej.: hay que leer mucho para escribir bien. Gran obviedad: si no te
gusta leer difícilmente te va a gustar escribir, al igual que no existe ningún
gran músico al que no le haya gustado escuchar buena música.
Segunda tercera parte: Medias
verdades o verdades a medias: ej: que la inspiración te encuentre trabajando. Puede
que sí… o puede que no. Todos los que dedicamos algún tiempo de nuestras vidas
a escribir historias, sabemos que, a veces (incluso muchas veces) desatascamos
un argumento o un capítulo con alguna idea que se nos ha ocurrido mientras
paseábamos, o cuando estábamos en la compra e, incluso, en los momentos de
duermevela. De ahí que sea típico y tópico el escritor con la libreta en el
bolsillo.
La tercera de las terceras partes:
Hábitos y costumbres para escribir: cómo, dónde, cuándo… En los decálogos cada
autor muestra sus preferencias para dar contestación a esas preguntas, pero por
mucho que sea un gran autor el que lo diga, la única conclusión que se puede
sacar de esta tercera parte es que cada uno expresa el modo personal en el que
él realiza el trabajo de escribir, pero, la mayoría de las veces, no sirve para
los demás, pues cada uno tenemos nuestras costumbres, gustos y rarezas.
En resumen, los decálogos
literarios sirven, sobre todo, para alimentar los egos de esos escritores
(normalmente populares y famosos) que se creen dueños de la piedra filosofal
para escribir bien una historia, y que, en el fondo, desprecian lo que hacen
los demás por considerarse superiores.
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