Salvador Dalí |
miércoles, 26 de diciembre de 2012
NAVIDAD 2012
FELIZ NAVIDAD. Y la esperanza de que el próximo Año Nuevo 2013 esté lleno de fantasías literarias.
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domingo, 9 de diciembre de 2012
Narrador en Segunda Persona
Un interesante enlace de un amigo, para la discusión literaria sobre el Narrador en Segunda Persona. http://primaduroverales.wordpress.com/2010/09/16/narrador-en-segunda-persona/
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miércoles, 21 de noviembre de 2012
Premios Atlantis "La Isla de las Letras"
INVITACIÓN: http://www.tucamon.es/agenda/ver/29/11/2012
El próximo día 29/11 (jueves), a las 18 horas, en el Espacio Cultural CAMON de Madrid (Plaza de Moncloa, 1 –acceso por c/ Princesa-), está programado el acto de presentación de la III Edición de los premios Atlantis "La Isla de las Letras". En dicho acto, como en años anteriores, serán premiados los libros y autores más destacados dentro de las publicaciones llevadas a cabo en 2011. Hay cuatro finalistas por cada una de las cinco categorías establecidas para estos premios, y tengo la satisfacción de estar, en la categoría de “novela urbana”, entre los cuatro finalistas, con mi novela “El Triángulo”. Aunque son más bien escasas las esperanzas que tengo de que el “infalible jurado” otorgue el premio a mi novela (pesimismo-realista se llama a esto), no obstante, me permito invitaros al acto, por si alguno está interesado en conocer, de paso, ese magnífico Espacio Cultural.
Os envío un enlace: http://www.tucamon.es/agenda/ver/29/11/2012 , donde podréis ver el desarrollo del acto de la entrega de premios, por si queréis apuntaros. Por supuesto, la entrada es GRATIS.
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domingo, 14 de octubre de 2012
Las líneas de la mano
® LAS LÍNEAS DE LA MANO
© Antonio Blázquez Madrid
(PREMIO VIII Certamen literario de la Universidad S. Buenaventura –Cali –Colombia)
Lo recuerdo bien. Cuando mi inocencia era más grande que mi edad, me sentía orgulloso de tener grabada en la palma de la mano la inicial de mi nombre: una M de Mario que mostraba con cierta vanidad, y que procuraba pintar en el lugar más visible de las portadas de mis libros y cuadernos. Yo, por aquel entonces, siempre imaginé cuánta envidia debía de sentir mi amigo, Santiago, pues nunca pudo conseguir que en su mano se reflejase la suya.
Por una extraña alergia, según pronosticó el doctor, una de las líneas se fue difuminando al final de una primavera, hasta llegar a desaparecer. Mi infantil imaginación no me permitió creer en las razones dadas por el médico, y pensé que fue la traición que había sufrido días antes de mi mejor amigo, y que rompió mi inocencia, lo que borró de mi mano una parte de aquella letra.
Pero aún me parecían hermosas las tres líneas que quedaban. Y seguí contemplándolas con satisfacción durante los años de la adolescencia; y en nuestro rincón privado del parque se las mostraba a mi primer amor, contándole la historia de la parte perdida. Hasta que un día, inesperadamente, cuando el verano terminaba, otra de las líneas se fue borrando. Coincidió entonces con mi primera ruptura amorosa, y le eché todas las culpas sin buscar otra explicación.
Aún me quedaba la mitad de mi nombre, y procuré sentirme feliz pensando que hubo otros que nunca tuvieron el suyo grabado en la palma de su mano. Una mañana, al levantarme, en los días finales de un otoño de otros muchos que ya habían pasado, descubrí la falta de la mitad de las dos líneas que todavía tenía, y en ese momento comencé a sentir el vacío que la estrenada soledad, provocada por una nueva y tormentosa ruptura, había comenzado a dejar en mí, y la culpé de la nueva perdida.
Dejé transcurrir el tiempo sin volver a mirar lo poco que quedaba de mi nombre, por temor a no ver nada de mi anterior existencia, hasta que una noche del final de un gélido invierno, mientras frotaba mis manos al lado de una vieja estufa intentando quitar de mi piel el intenso frío que me invadía, casi sin querer me vi la palma de la mano, y la encontré lisa, vacía, sin ningún resto de aquella letra de la que tan orgulloso siempre me había sentido. Pero ya ni siquiera me molesté en buscar algún hecho o circunstancia que lo justificara.
Nunca supe cuando desapareció la última línea, ni el motivo por el que se fue de mi mano, pero ahora, cada día, mantengo el puño cerrado con fuerza y con rabia, no sé bien si para luchar contra el destino o para evitar que otros vean cómo se fue mi vida.
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miércoles, 10 de octubre de 2012
sábado, 4 de agosto de 2012
VIII CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO
Universidad de San Buenaventura Cali
ACTA DEL JURADO.
VIII CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO
DE POESIA y CUENTO
2012
El martes 17 de Julio de 2012, se reúne el Jurado del VIII
CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO DE POESÍA Y CUENTO,
en la Universidad de San Buenaventura Cali, para tras varias sesiones
de trabajo y deliberación, llegar a conclusiones y otorgar los Premios
y Menciones correspondientes al VIII CONCURSO LITERARIO
BONAVENTURIANO DE POESÍA Y CUENTO.
Por unanimidad el jurado concuerda en la alta calidad de la mayoría
de las obras de los 901 escritores de 33 países participantes:
Albania, Alemania, Argentina, Bielorrusia, Bolivia, Canadá,
Cuba, Colombia, Comores, Costa de Marfil, Chile, El Salvador,
Ecuador, Egipto, España, Estados Unidos de América, Francia,
Gran Bretaña, Guatemala, Gabón, Honduras, Italia, Israel,
Malasia, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico,
República Dominicana, Rumanía, Uruguay, Venezuela. Para
todos ellos nuestro reconocimiento, nuestras congratulacionesLos países con mayor participación fueron: Argentina, Perú, México y
Colombia. La gran mayoría de los escritores que respondieron a
nuestra convocatoria son estudiantes, docentes y egresados de
prestigiosas universidades e instituciones educativas del mundo,
incluyendo a la Universidad de San Buenaventura, que tiene
concursando obras de escritores de la Sede y de las tres seccionales,
lo que reafirma a nuestro Concurso literario como un importante
espacio de gesta creativa y literaria en el ámbito universitario a nivel
nacional e internacional.
La Universidad de San Buenaventura Cali agradece la especial
colaboración de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración
Oral Escénica y de su director el reconocido maestro, escritor, poeta y
dramaturgo cubano-español Francisco Garzón Céspedes, tanto en el
proceso de convocatoria, como en el comprometido y exigente de
selección de las obras presentadas al Concurso, apoyando a nuestro
grupo de trabajo con la activa su activa participación y la de la
cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral escénica.
El jurado, integrado por tres prestigiosos creadores, docentes
universitarios, escritores y promotores culturales:
SALOMÉ GUADALUPE INGELMO (ESPAÑA)
Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid
(UAM) con Tesis en régimen de cotutela con la Università degli Studi de
Pisa, Italia. Miembro del Instituto para el Estudio del Oriente Próximo,
con sede en la UAM. Profesora honorífica de la Universidad Autónoma
de Madrid. Sus textos narrativos y dramatúrgicos han recibido
numerosos premios internacionales y nacionales y se encuentran
editados en diversas antologías. Es Jurado Permanente del Concurso
Literario Internacional “Ángel Ganivet” (Cuento y Poesía) de Finlandia
con la colaboración de la Dirección General de la Ciudadanía Española
en el Exterior, el Ministerio de Trabajo e Inmigración de España, la
Embajada de España en Helsinki, la Universidad de Helsinki, las
Embajadas de Argentina, México, Chile, Cuba, Perú, Venezuela, la
agencia Española de Turismo en Finlandia, la Cátedra Iberoamericana
Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) y la agencia de viajes
Hispania.
Ha recibido prestigiosos premios literarios en los últimos años. Es
ganadora absoluta del II Concurso Internacional de Microtextos
Garzón Céspedes 2010, organizado por la Cátedra Iberoamericana
Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE); II Premio “Paso del
Estrecho” de la Fundación Cultura y Sociedad de Granada; I Premio
“Prologando a los clásicos” de la Editorial Nemira, etc. Ha resultado
segundo premio en: III Certamen Literario “Paso del Estrecho” de la
Fundación Cultura y Sociedad de Granada, XVII Certamen de Relato
Breve y Poesía “Mujerarte” de la Delegación de la Mujer de Lucena, X
Certamen Literario "Federico García Lorca" del Ayuntamiento de
Parla, VI Premio “Briareo” de Cuentos organizado por la Asociación de
Amigos de los Molinos de Mota del Cuervo, Certamen Literario
Nacional José María Franco Delgado de la Hermandad de los
Estudiantes de San Fernando de Cádiz, I Concurso de Leyendas PJ
SICA. Ha sido Premio Extraordinario de Cuento Hiperbreve en el
Concurso Internacional de Microficción para Niñas y Niños “Garzón
Céspedes” 2009 de la CIINOE. Se concedió el Premio Internacional de
Soliloquio Teatral Hiperbreve “Garzón Céspedes” 2011 a su texto
Medea encadenada. Su obra La maldición de Casandra obtuvo el
Premio Internacional de Monoteatro Sin Palabras Hiperbreve “Garzón
Céspedes” 2011. Así mismo ha resultado finalista y ha recibido
diversos accésit en buen número de certámenes literarios: I Premio
Nacional de Relato Corto sobre Texto Científico de la Universidad de
Murcia, XIII Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve 2010
de la Universidad de La Laguna, Premio "Las redes de la memoria,
2008" de la Asociación Globalkultura Elkartea, I Premio Grup Loebher
de Relato Temático, Certamen de Relatos Cortos Mujeres sin
Fronteras, XVIII Concurso Literario San Martín de Valdeiglesias, I
Certamen Internacional de Literatura Hiperbreve “El Rioja y los 5
Sentidos”.
LUISA MARÍA GUERRA (CUBA/COLOMBIA)
Escritora, docente universitaria, promotora y gestora cultural. Ha
publicado libros de poesía y cuento que han sido traducidos a
diferentes idiomas. Fue durante más de treinta años especialista en
promoción de la cultura y las Artes en el Ministerio de Cultura de
Cuba. Por su extraordinaria labor en el campo de la cultura y las artes
ha sido distinguida con importantes reconocimientos nacionales e
internacionales. Ha participado en eventos culturales en España,
Alemania, Bulgaria, Rusia, Francia, Venezuela, México, cuba,
colombia, entre otros países. Ha sido jurado de prestigiosos
concursos literarios.
PEDRO MARIO LÓPEZ DELGADO (CUBA-COLOMBIA).
Licenciado en Historia del Arte en la Universidad de la Habana,
Magister en Educación: Desarrollo Humano, Universidad de San
Buenaventura, seccional Cali.
Poeta, narrador, dramaturgo. Premiado en importantes Concursos
literarios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Concurso
literario nacional “13 de Marzo”, convocado por la Universidad de la
Habana. Premio concurso DAVID de la Unión Nacional de Escritores y
Artistas de Cuba. Premio Nacional de Literatura para niños y jóvenes
“LUÍS ROGELIO NOGUERAS”, La Habana, Cuba. Mención en el
concurso internacional de poesía “LETRAS DEL MUNDO”, convocado
por la Editorial Nueva Era, Buenos Aires, Argentina.
Es docente y coordinador del área artística y cultural de la Dirección
de Bienestar Institucional en la Universidad de San Buenaventura,
Cali. Coordina la realización del Concurso Literario Bonaventuriano
desde su primera edición.
El jurado decidió, después de analizar las obras presentadas por los
901 participantes, otorgar los siguientes premios y menciones:
PREMIOS CUENTO:
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PRIMER PREMIO: CIUDAD PERDIDA.
AUTORA: JENNY VALENCIA ALZATE. CALI, COLOMBIA.
Estudiante de noveno semestre de Licenciatura en Literatura
en la Universidad del Valle y cronista del periódico cultural La
Palabra de la Universidad del Valle.
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SEGUNDO PREMIO: NIÑO Y PÁJARO.
AUTOR: SEBASTIÁN MARCELO BASSANO. SANTA FE,
ARGENTINA.
Ingeniero civil, escritor aficionado.
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TERCER PREMIO: LAS LÍNEAS DE LA MANO.
AUTOR: ANTONIO BLÁZQUEZ. MADRID, ESPAÑA.
Ha sido reconocido con importantes premios literarios en
concursos nacionales e internacionales.
MENCIONES CUENTOS
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GRUPO NO VIOLENTO.
AUTOR: MIGUEL FERNANDO CARO GAMBOA, CALI,
COLOMBIA.
Reconocido escritor y promotor cultural colombiano. Docente
de la facultad de derecho de la Universidad de San
Buenaventura, Cali.
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ADOLECIDOS.
AUTOR: AMAURYS GARCÍA CALVO. LA HABANA, CUBA.
Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Central,
Villa clara, Cuba. Ha sido reconocido con importantes premios
literarios.
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BÚSQUEDA.
AUTOR: DENNIS ARIAS CHÁVEZ. PERÚ.
Magister en Educación Superior, docente e investigador
universitario. Escritor que ha sido reconocido con importantes
distinciones nacionales e internacionales.
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SUPER ALMACENES LA FORTUNA
AUTOR: ALFREDO BALDOVINO BARRIOS. EL CESAR,
COLOMBIA.
Estudiante de Español y Literatura. Ha sido merecedor de
importantes reconocimientos literarios. Ha publicado sus obras
en diferentes medos culturales de su región.
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PASAJE EN DIRECCIÓN ÚNICA.
AUTOR: HERTOR JULIO GARCÍA GAONA. BOGOTÁ.
COLOMBIA.
Estudiante de Creación Literaria, Universidad Central de
Colombia.
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LAS MANZANAS.
AUTOR: DANIEL MARTÍ MORENO. VALENCIA, ESPAÑA.
Estudiante Universitario de Filología Hispánica. Docente de
Lengua y Literatura. Ha publicado algunas de sus obras en
diferentes medios de su país.
PREMIOS POESÍA.
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PRIMER PREMIO: MOMENTO DEL DECIR.
AUTOR: DANNY LEÓN MONCADA. BUCARAMANGA,
COLOMBIA.
Estudiante de la Licenciatura en Español y literatura de la
Universidad Central de Santander.
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SEGUNDO PREMIO: ALGUIEN SUBE EN ARBOL POR LA
LLUVIA.
AUTOR: MAURICIO CAPPELLI. CALI, COLOMBIA.
Ingeniero industrial, egresado de la Universidad del Valle.
Especialista en gestión de talento humano vinculado a la
Universidad Libre, Cali, Colombia. Ha sido merecedor de
importantes reconocimientos literarios.
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TERCER PREMIO: MY DIORAMA.
AUTOR: BORIS ROZAS BAYON. ESPAÑA.
Ha sido reconocido con importantes premios y menciones en
concursos literarios nacionales e internacionales. Ha publicado
sus obras en diferentes antologías y medios de su país.
MENCIONES:
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ENERO, ÚLTIMOS DÍAS.
AUTOR: JOSÉ LUIS VISCONTI. LA PLATA, ARGENTINA.
Periodista egresado de la Escuela Superior de Periodismo y
Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.
Licenciado en comunicación social, Universidad de La Plata,
Argentina. Ha obtenido premios literarios de mucha importancia
y publicado sus obras en diferentes libros, antologías y medios
literarios de su Páis.
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TRANSEÚNTES DEL INSOMNIO.
AUTOR: JENNY BERNAL. BOGOTÁ, COLOMBIA.
Gestora cultural y co-fundadora del Festival de Narrativa y
Poesía “Ojo en la Tinta”. Actualmente coordina la sección de
literatura de la revista Contestarte de la Universidad Nacional
de Colombia. Sus poemas han aparecido en diferentes revistas
virtuales e impresas de México, Chile y Colombia.
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MÁSCARAS.
AUTOR: JUAN MIGUEL CRUZ SUAREZ. CUBA.
Ha sido ganador de importantes premios en concursos literarios
en diferentes países. Sus obras han sido publicadas en
antologías y otras ediciones literarias en diferentes naciones.
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AVE MORTAL.
AUTOR: LETICIA SALAZAR CASTAÑEDA. DURANGO,
MÉXICO.
Reconocida con importantes distinciones literarias. Sus novelas,
cuentos y poemarios han sido publicadas por diferentes
editoriales.
Para que así conste firman la presente,
SALOMÉ GUADALUPE INGELMO
LUISA MARÍA GUERRA
PEDRO MARIO LÓPEZ DELGADO
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martes, 3 de julio de 2012
Noticias/prensa/Editores
Noticias/prensa/Editores
Ya tenemos finalistas para la III Edición de los Premios Atlantis "La Isla de las Letras". Se desvela la lista de títulos finalistas que competirán por alzarse con el galardón de mejor obra del año en las diferentes categorías en una nueva edición de los premios literarios "La Isla de las Letras", en las que participan diferentes novelas publicadas durante el año 2011.
Categoría: Novela Urbana
Novelas finalistas:
Título: Cartucho Autor: Miguel Ángel Ambrosio
Título: El Triángulo Autor: A. Blázquez Madrid
Título: Vuelve la inquisición Autor: Carlos Cebrían
Título: El barro y la costilla Autor: Julio Antonio García Leer más...
Ya tenemos finalistas para la III Edición de los Premios Atlantis "La Isla de las Letras". Se desvela la lista de títulos finalistas que competirán por alzarse con el galardón de mejor obra del año en las diferentes categorías en una nueva edición de los premios literarios "La Isla de las Letras", en las que participan diferentes novelas publicadas durante el año 2011.
Categoría: Novela Urbana
Novelas finalistas:
Título: Cartucho Autor: Miguel Ángel Ambrosio
Título: El Triángulo Autor: A. Blázquez Madrid
Título: Vuelve la inquisición Autor: Carlos Cebrían
Título: El barro y la costilla Autor: Julio Antonio García Leer más...
viernes, 15 de junio de 2012
domingo, 3 de junio de 2012
"La Caja"
® LA CAJA
© Antonio Blázquez Madrid
( Cuento publicado en la Antología “Madrid: Golpe a la Crisis” )
-12 narradores en clave de cuento - Mayo/2012-
-12 narradores en clave de cuento - Mayo/2012-
Vivía sola en la calle El Laurel, en el centro de los barrios antiguos de la ciudad: callejuelas pequeñas y estrechas y los edificios con un cierto olor a viejo y desconchones en sus fachadas. Las casas no tenían ascensor, ni calefacción, pero lo importante es que eran baratas; lo que quiero decir es que el alquiler que pagaba por una de esas viejas viviendas era más bien poco. La crisis, la maldita crisis me había dejado sin trabajo y con una mísera paga mensual como nueva desempleada, que cobraba con ansiedad, para cubrir mis gastos más perentorios, a primeros de cada mes a través de la oficina de empleo (siempre me ha parecido absurdo, e incluso insultante, que llamen oficina de empleo al lugar donde día a día hacemos cola durante horas los que no tenemos trabajo). Es verdad que sin marido ni pareja fija, y sin hijos ni otras responsabilidades familiares de ese tipo, bien podría haber vuelto a la casa paterna cuando caí en el negro pozo del paro, pero después de unos cuantos años viviendo con la libertad que da la independencia, no era una opción que me sedujera demasiado y, por eso, preferí reducir al mínimo mis gastos personales e irme a vivir a un piso más acorde con mi nueva y escasa economía, antes de perder esa independencia y libertad a la que ya me había acostumbrado. Mi vecino de escalera era Jorge; con él mantenía largas charlas y juntos compartíamos algunos placeres y secretos personales a la luz de una solitaria y poco decorativa bombilla. Habíamos aprendido a completar y decorar nuestras respectivas casas con lo que los más pudientes iban dejando en la calle. No quiero decir con esto que fuéramos unos tristes buscadores de objetos tirados en la basura, ¡no!, simplemente que algún que otro elemento de los utilizados en la casa procedía de lo que otros ciudadanos, en mejor situación económica, habían ido abandonando. Por lo demás, éramos felices, y siempre había un par de cervezas dispuestas para la hora de la tertulia. Tal vez por la costumbre adquirida, aquella tarde, cuando volvía a casa, mi mirada se posó sobre una caja abandonada al lado de los cubos de basura. Era de tamaño medio, atada con una cuerda, y seguramente alguien la habría tirado allí para que fuera recogida por los basureros al anochecer. Estaba en una esquina, a escasos metros del portal donde vivía. La curiosidad me hizo dar la vuelta en mi camino, y volví a pasar por delante de ella. Era una caja sin nada especial en su exterior, ningún detalle que le diera un cierto atractivo; ni una triste marca comercial decoraba su existencia; ni siquiera era blanca. Era una simple caja de cartón de color cartón: ese color frío, triste, indefinido e indefinible. Era lo que se puede decir una caja común, sin pedigrí, Capsa Vulgaris, que dirían los científicos, y allí estaba tirada, como se tira en esta sociedad todo lo que ya no interesa. Pobrecita, tan nueva y allí abandonada a su suerte. La miré una y otra vez y pensé en lo útil que me sería para guardar todos los cachivaches que tenía esparcidos en mi salón. Pero no me atrevía a cogerla, pues parecería una vagabunda cualquiera, y tampoco era eso; yo tenía mi dignidad aún integra y no quería dar la imagen entre la vecindad de que estaba necesitada hasta esos extremos. Estando en esos pensamientos se cruzó en mi camino mi mejor vecino y amigo, Jorge. Nos saludamos y comenzamos a charlar de mil y un asuntos: de las escandalosas cifras del paro; de las incomprensibles y multimillonarias ayudas dinerarias a los bancos; de las subidas de impuestos a los de siempre, sin tocar a los que más tienen; de los recortes sociales y de la pérdida de derechos laborales; de… Vamos, que no éramos muy originales en nuestras conversaciones, quizá, porque, en el fondo, todas esas cuestiones nos estaban afectando demasiado a nuestras vidas y a nuestro futuro. Aún recuerdo cómo nos conocimos: fue una tarde de agosto, a raíz de una pequeña pelea por un ventilador que algún vecino había dejado en el mismo lugar que ahora ocupaba la caja. Había sido el verano anterior; el calor en las viviendas superaba lo humanamente aguantable, y los dos lo vimos desde nuestras respectivas ventanas y nos lanzamos escaleras abajo para convertirnos en su dueño. Llegamos al mismo tiempo, y lo agarramos con fuerza sin querer ceder nuestra parte del botín. Al final, la generosidad de Jorge me hizo propietaria de aquel aparatejo, y yo lo invité a tomar una cerveza en mi casa. Y así surgió una buena e íntima amistad. Como no tenía ninguna prisa, ni nada importante que hacer, seguí allí, en la esquina de la calle, hablando durante un largo rato con Jorge, y mientras charlábamos de nuestras cosas y nos contábamos nuestros problemas, vi cómo un niño, con una enorme pelota, daba golpes a la caja sin ninguna consideración. La caja resistía lo suyo, pues ni se movía del sitio; parecía claro que tenía aguante y que no se arrugaba fácilmente. Un golpe y otro golpe, un pelotazo y otro pelotazo. El dichoso niño no paraba; me pareció un maleducado, y su madre, que se hallaba a escasos metros cotilleando con otra vecina, una mala madre. ¿Cómo era posible que no agarrara de las orejas a ese pequeño Atila y le enseñara un poco más de civismo? Ella seguía con su cháchara sin preocuparse de que aquel enano podía destrozar a la indefensa caja. Claro, como era una caja común, nada le interesaba. Quizá si hubiera sido una caja de relumbrón o muy decorativa, a lo mejor no hubiera dejado que su bárbaro hijo la golpease tan alegremente, pero como era una Capsa Vulgaris, ¿qué más daba? Sentí rabia, y al mirar a Jorge me di cuenta que a él le pasaba lo mismo, pues no quitaba ojo al niño, y con disimulo se había ido moviendo hasta interponerse entre el infantil vándalo y la pobre y maltratada caja. Él no me comentó nada, pero intuí que también se había interesado por ella. Intentó moverla con el pie, pero la dichosa cajita aguantó el envite y no se movió del sitio ni un centímetro. Era una caja con peso propio, y dispuesta a mantener su integridad. A la curiosidad se unió ahora el suspense y la intriga: ¿Qué habría dentro? ¿Qué secreto guardaría en su interior? El frío se estaba adueñando de la tarde y decidimos dar por finalizada la conversación y adentrarnos en el interior del edificio, no sin antes echar una última mirada a la caja. Entré en casa, y me dejé caer sobre el sofá del salón para relajarme, pero dentro de mi cabeza seguía presente aquella imagen de cartón. Me levanté y fui hasta la ventana, desde allí podía verla: estaba sola, la calle se había quedado desierta, un intenso frió había hecho que desapareciera hasta el último rastro de vida, pero ella permanecía allí sin moverse, como un cosaco aguantando en su trinchera a pesar del frío. Por la esquina apareció una señora gorda con una bolsa de basura en la mano. Se acercó hasta los cubos y, sin molestarse en abrir la tapa e introducirla en uno de ellos, dejó la mugrienta bolsa sobre la caja. Me indigné. Allí estaba la pobre, no sólo congelada, sino ahora mugrienta y sucia: ¿Cómo es posible que haya gente con tan poco corazón? El mundo no está hecho para los pobres —pensé— siempre soportando la brutalidad y la mierda de los demás. Reflexioné por un momento: ¡me estaba volviendo tarumba por una caja! No merecía la pena, no estaba dispuesta a traumatizarme por una simple y vulgar caja de cartón nada decorativa, y que, seguramente, contendría alguna porquería en su interior. ¡Olvídate!, me dije con firmeza, y para curar mis males, aunque fuera con otro mayor, conecté la televisión y me dispuse a ver un programa cualquiera. Habrían pasado escasamente un par de horas cuando escuché el repiqueteo del agua sobre el cristal. Había comenzado a llover. Siempre me encantaba mirar la lluvia a través de los cristales. Me acerqué al ventanal, y sentí una agradable sensación al ver cómo las gotas se rompían contra el cristal y caían mansamente por la suave superficie. Mi mirada fue involuntariamente hacia la esquina. Debajo de la luz de la farola y junto a los cubos de la basura ella seguía quieta. Sobre su cuerpo caía el agua inmisericorde. Aguantaba estoicamente, ni una arruga se le podía ver en su exterior, estaba demostrando ser fuerte y dura, dispuesta a aguantar los golpes, el frío, la lluvia y lo que hiciera falta. Me dio lástima y pensé de nuevo que muy bien me podría servir para guardar todos los artilugios que andaban sueltos por la casa, y, además, me dije para convencerme, ahora no hay ningún vecino en la calle. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta y bajé con rapidez las escaleras. Fue una sorpresa ver allí, en la misma esquina, a Jorge. Nos miramos a los ojos durante unos segundos, después a la caja, y no hubo más que explicar, los dos habíamos pensado lo mismo, por lo que la cogimos entre ambos, después de apartar de su cuerpo la bolsa mugrienta llena de basura, y la llevamos corriendo hacia el portal para evitar la lluvia. Pesaba más de lo esperado. Antes de subirla decidimos abrirla para evitar sorpresas desagradables, pero, aún no sé por qué, tal vez por el temor a descubrir algo no deseado en su interior, no llegamos a cortar la cuerda que la ataba. Agarrándola cada uno de un lado fuimos subiendo al unísono los peldaños hasta alcanzar la cuarta planta donde vivíamos. En el rellano de la escalera, inconscientemente, cada uno tiramos hacia la puerta de nuestra casa, sin darnos cuenta que nuestras manos estaban enlazadas a la misma cuerda. Nos miramos y reímos. ¿A la tuya o a la mía?, pregunté, y de nuevo su generosidad hizo que la caja terminara depositada en mi salón, junto al televisor. Él me dijo que era ya tarde y que mejor no abrirla hasta la mañana siguiente. Me pareció una buena idea, y nos despedidos con una sonrisa cómplice. La mañana amaneció soleada. Preparé café para dos. Cuando el aroma comenzaba a llenar cada rincón de la cocina sonó el timbre de la puerta. Atravesé el salón para abrir, y al pasar por delante de la caja no pude resistir detenerme delante de ella unos segundos preguntándome qué escondería en su interior. Parecía como nueva, las arrugas que el agua había dejado en su superficie habían desaparecido. Dejé de mirarla y fui a abrir la puerta. Hola, me dijo Jorge al entrar con un tono de voz que denotaba que estaba contento. Serví el café en la mesa grande del salón, y mientras lo tomábamos jugamos a adivinar el contenido de la caja. La mirábamos una y otra vez al mismo tiempo que nos mirábamos nosotros.
— ¿Cuándo la abrimos? —preguntó.
— No sé. Me empieza a gustar tener un secreto dentro de mi casa compartido contigo —respondí sin pensarlo. Jorge se rió de mi ocurrencia.
—Bueno, no importa, no tenemos prisa, podemos abrirla esta tarde, o quizá mañana, —dijo.
Agradecí su comprensión cogiendo su mano, y añadí.
— Lo importante es que ahora ya es nuestra y nadie se la va a llevar. Me parece un regalo llegado del cielo y envuelto entre nubes— lo cual me arrepentí de haberlo dicho en el mismo instante que terminé de pronunciar la última letra, pues me di cuenta que era una estúpida cursilería más propia de una quinceañera enamoradiza, pero ya estaba dicho, y a él pareció no haberle molestado. Terminamos el café, y con un hasta luego nos despedimos para ir él a su trabajo y yo a unos cursos en los que me había apuntado en la oficina del paro. Por la tarde llegué a casa antes de lo habitual. Subí corriendo las escaleras y entré derecha al salón sintiendo un inexplicable temor a que la caja hubiera desaparecido, pero no, seguía allí, quieta, impasible, haciendo compañía al televisor. Me llamé idiota repetidamente. ¿Quién se iba a llevar algo sin ningún valor aparente, o por qué…? De verdad era una tonta —pensé. Sabía que Jorge aún tardaría en llegar. Me acomodé en el sofá enfrente del televisor para esperarle, y como embobada me quedé mirándola. ¿Y si la abriera ahora que estoy sola?, me sugerí. Pronto descarté la idea; me pareció ruin y desleal. Era de ambos, algo que debíamos compartir. Para no seguir pensando en ello encendí el televisor y me dispuse a ver una serie cualquiera. Cuando las sombras comenzaron a oscurecer la calle, sonó el timbre de la puerta. Me apresté a abrir. Bajo el dintel la figura de Jorge. —Hola —dijo con voz cansada—, he tenido un mal día, ¿te importa si lo dejamos para mañana? —Claro, no te preocupes—asentí. —Gracias — y levantando la mano, en forma de despedida, sin más se dio media vuelta hasta la puerta de su casa. Cerré, sin saber si alguno de mis sentimientos había sido herido. Apagué las luces, y me fui a acurrucar, con un libro en las manos, entre las arrugadas sábanas que cubrían la cama, para intentar distraerme. Los días siguientes no pude ver a Jorge: unas veces porque se había retrasado, otras porque yo no pude llegar a tiempo, pero la realidad es que al llegar la noche, cuando me encontraba sola, me preguntaba cuándo íbamos a poder abrirla; incluso algún temor me llegó a invadir pensando que algo de su interior pudiera comenzar a pudrirse y a llenar de nauseabundos olores la habitación. Al fin, una mañana de domingo, coincidimos comprando el pan en la tienda de la esquina. Nos dimos y pedimos disculpas y perdones varios, y quedamos en que esa misma noche, sin más demoras, descubriríamos el contenido oculto de aquella caja de color cartón y sin marca alguna que la identificara, que se había convertido en nuestra propiedad compartida y nuestro secreto pendiente. Al regresar de la compra puse el pan sobre ella y la contemplé, y como si pudiera entenderme, dije en voz alta: “Esta noche sabré lo que escondes y descubriré tu misterio”, y permanecí de pie esperando una contestación que nunca me podría dar. Pasaron lentas las horas del domingo, hasta que en el reloj dieron las nueve y quince minutos, ya con las sombras reptando por las paredes. El teléfono repiqueteó. Corrí a cogerlo. Era la voz de Jorge: —Hola —dijo —Te estoy esperando —contesté—, puedes venir cuando quieras. —Perdona, lo siento, estoy en casa de mis padres… un asunto urgente. Si no te molesta lo dejamos para otro día. —Vale —dije sin más. Colgué el auricular y sentí un escalofrío al escuchar el gran silencio que quedó a mi alrededor. Dolida, fui a la cocina y cogí un cuchillo, y sin esperar más me dispuse a cortar la cuerda que cerraba la caja: al fin y al cabo yo había cumplido mi parte del trato. Primero acaricie su cuerpo hecho de papel áspero y con aquel color frío y triste; después introduje el cuchillo entre la cuerda y el cartón, y lancé una brusca cuchillada que partió la cuerda en dos. La tapa que la cubría pareció que se ensanchaba, como si respirara con ansiedad al verse liberada. La agarré y fui abriéndola lentamente con un deseo irresistible, y al mismo tiempo con un irracional temor, de descubrir cuál era el misterioso secreto escondido en su interior, pero en el último segundo me entró una especie de arrepentimiento, y no pude hacerlo. Y aunque luego él nunca me creyó, usted debe saber que lo que yo hice a continuación fue coger la caja y, despacio, pues pesaba lo suyo la muy condenada, la baje desde el cuarto piso peldaño a peldaño, y la arrastré por la acera hasta dejarla abandonada en la misma esquina donde la encontramos, junto a los hediondos cubos de basura, para que fuera recogida por los basureros o por cualquier otra persona que pasara por allí aquella noche y que se interesara por ella. Sin volver la vista atrás retorné sobre mis pasos hasta el portal de la casa. Fui subiendo los peldaños de dos en dos, como si tuviera prisa en olvidarme de todo. Llegué al descansillo de la escalera del cuarto piso con la respiración entrecortada. Abrí la puerta. Entré y fui derecha hasta el ventanal del salón y, desde allí, protegida por el cristal y la noche, la miré por última vez antes de bajar la persiana. Después, me dejé caer sobre el viejo sofá y recordé las muchas ocasiones en las que había estado sentada, allí mismo, con Jorge a mi lado, ese vecino que había sido hasta entonces mi mejor compañero de tertulias y mi más íntimo amigo con muchos secretos compartidos, y comencé a pensar en la crisis personal que me invadía, mientras miraba mi silueta solitaria que se reflejaba oscura en la pantalla del televisor apagado.
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— ¿Cuándo la abrimos? —preguntó.
— No sé. Me empieza a gustar tener un secreto dentro de mi casa compartido contigo —respondí sin pensarlo. Jorge se rió de mi ocurrencia.
—Bueno, no importa, no tenemos prisa, podemos abrirla esta tarde, o quizá mañana, —dijo.
Agradecí su comprensión cogiendo su mano, y añadí.
— Lo importante es que ahora ya es nuestra y nadie se la va a llevar. Me parece un regalo llegado del cielo y envuelto entre nubes— lo cual me arrepentí de haberlo dicho en el mismo instante que terminé de pronunciar la última letra, pues me di cuenta que era una estúpida cursilería más propia de una quinceañera enamoradiza, pero ya estaba dicho, y a él pareció no haberle molestado. Terminamos el café, y con un hasta luego nos despedimos para ir él a su trabajo y yo a unos cursos en los que me había apuntado en la oficina del paro. Por la tarde llegué a casa antes de lo habitual. Subí corriendo las escaleras y entré derecha al salón sintiendo un inexplicable temor a que la caja hubiera desaparecido, pero no, seguía allí, quieta, impasible, haciendo compañía al televisor. Me llamé idiota repetidamente. ¿Quién se iba a llevar algo sin ningún valor aparente, o por qué…? De verdad era una tonta —pensé. Sabía que Jorge aún tardaría en llegar. Me acomodé en el sofá enfrente del televisor para esperarle, y como embobada me quedé mirándola. ¿Y si la abriera ahora que estoy sola?, me sugerí. Pronto descarté la idea; me pareció ruin y desleal. Era de ambos, algo que debíamos compartir. Para no seguir pensando en ello encendí el televisor y me dispuse a ver una serie cualquiera. Cuando las sombras comenzaron a oscurecer la calle, sonó el timbre de la puerta. Me apresté a abrir. Bajo el dintel la figura de Jorge. —Hola —dijo con voz cansada—, he tenido un mal día, ¿te importa si lo dejamos para mañana? —Claro, no te preocupes—asentí. —Gracias — y levantando la mano, en forma de despedida, sin más se dio media vuelta hasta la puerta de su casa. Cerré, sin saber si alguno de mis sentimientos había sido herido. Apagué las luces, y me fui a acurrucar, con un libro en las manos, entre las arrugadas sábanas que cubrían la cama, para intentar distraerme. Los días siguientes no pude ver a Jorge: unas veces porque se había retrasado, otras porque yo no pude llegar a tiempo, pero la realidad es que al llegar la noche, cuando me encontraba sola, me preguntaba cuándo íbamos a poder abrirla; incluso algún temor me llegó a invadir pensando que algo de su interior pudiera comenzar a pudrirse y a llenar de nauseabundos olores la habitación. Al fin, una mañana de domingo, coincidimos comprando el pan en la tienda de la esquina. Nos dimos y pedimos disculpas y perdones varios, y quedamos en que esa misma noche, sin más demoras, descubriríamos el contenido oculto de aquella caja de color cartón y sin marca alguna que la identificara, que se había convertido en nuestra propiedad compartida y nuestro secreto pendiente. Al regresar de la compra puse el pan sobre ella y la contemplé, y como si pudiera entenderme, dije en voz alta: “Esta noche sabré lo que escondes y descubriré tu misterio”, y permanecí de pie esperando una contestación que nunca me podría dar. Pasaron lentas las horas del domingo, hasta que en el reloj dieron las nueve y quince minutos, ya con las sombras reptando por las paredes. El teléfono repiqueteó. Corrí a cogerlo. Era la voz de Jorge: —Hola —dijo —Te estoy esperando —contesté—, puedes venir cuando quieras. —Perdona, lo siento, estoy en casa de mis padres… un asunto urgente. Si no te molesta lo dejamos para otro día. —Vale —dije sin más. Colgué el auricular y sentí un escalofrío al escuchar el gran silencio que quedó a mi alrededor. Dolida, fui a la cocina y cogí un cuchillo, y sin esperar más me dispuse a cortar la cuerda que cerraba la caja: al fin y al cabo yo había cumplido mi parte del trato. Primero acaricie su cuerpo hecho de papel áspero y con aquel color frío y triste; después introduje el cuchillo entre la cuerda y el cartón, y lancé una brusca cuchillada que partió la cuerda en dos. La tapa que la cubría pareció que se ensanchaba, como si respirara con ansiedad al verse liberada. La agarré y fui abriéndola lentamente con un deseo irresistible, y al mismo tiempo con un irracional temor, de descubrir cuál era el misterioso secreto escondido en su interior, pero en el último segundo me entró una especie de arrepentimiento, y no pude hacerlo. Y aunque luego él nunca me creyó, usted debe saber que lo que yo hice a continuación fue coger la caja y, despacio, pues pesaba lo suyo la muy condenada, la baje desde el cuarto piso peldaño a peldaño, y la arrastré por la acera hasta dejarla abandonada en la misma esquina donde la encontramos, junto a los hediondos cubos de basura, para que fuera recogida por los basureros o por cualquier otra persona que pasara por allí aquella noche y que se interesara por ella. Sin volver la vista atrás retorné sobre mis pasos hasta el portal de la casa. Fui subiendo los peldaños de dos en dos, como si tuviera prisa en olvidarme de todo. Llegué al descansillo de la escalera del cuarto piso con la respiración entrecortada. Abrí la puerta. Entré y fui derecha hasta el ventanal del salón y, desde allí, protegida por el cristal y la noche, la miré por última vez antes de bajar la persiana. Después, me dejé caer sobre el viejo sofá y recordé las muchas ocasiones en las que había estado sentada, allí mismo, con Jorge a mi lado, ese vecino que había sido hasta entonces mi mejor compañero de tertulias y mi más íntimo amigo con muchos secretos compartidos, y comencé a pensar en la crisis personal que me invadía, mientras miraba mi silueta solitaria que se reflejaba oscura en la pantalla del televisor apagado.
lunes, 28 de mayo de 2012
lunes, 21 de mayo de 2012
domingo, 20 de mayo de 2012
Nueva Antología: "Crisis"
¿Crisis? ¿Qué crisis? ¿Realmente hay una crisis económica, social, ideológica, religiosa o afectiva? 12 escritores de Madrid, con su personal estilo y su particular interpretación literaria, nos cuentan su visión de la crisis a través de 12 relatos; 12 narraciones incluidas en la nueva antología que Ediciones Atlantis publicará en las próximas semanas.
Enfréntate a la crisis leyendo los originales relatos que han escrito para ti estos autores.
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sábado, 12 de mayo de 2012
Feria del Libro de Madrid - 2012
Ya está próxima la feria del libro de Madrid; tal vez la más importante muestra editorial a nivel nacional, que se repite año a año con una gran afluencia de lectores y curiosos en busca de alguna interesante novela o cualquier otro tipo de libro. Este año tengo la suerte de poder ser partícipe activo de este evento literario, pues el día 8 de junio (viernes), por la tarde, entre las 17,30 h. y 19,30 h, estaré firmando ejemplares (espero que muchos) de mi novela: "El Triángulo". En la caseta nº 41 me podrá encontrar todo el que quiera pasar por allí para charlar un ratito o para comprar algún ejemplar del libro, ya sea para si o para regalar a algún amigo; y que se lo dedicaré y firmaré con todo cariño y agradecimiento. Quedáis todos invitados para ese día en la Feria del Libro de Madrid, caseta nº 41.
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sábado, 14 de abril de 2012
Entrevista
Esta es una entrevista que me han hecho en el blog literario: "mi sala de lectura", con la colaboración del grupo de facebook: "con los autores noveles", con preguntas que han ido proponiendo los seguidores/as del citado blog y del grupo del facebook.
Os dejo aquí el enlace a la entrevista, por si tenéis interés en verla:
http://misaladelectura.blogspot.com.es/2012/04/entrevista-al-autor-de-el-triangulo.html
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Os dejo aquí el enlace a la entrevista, por si tenéis interés en verla:
http://misaladelectura.blogspot.com.es/2012/04/entrevista-al-autor-de-el-triangulo.html
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martes, 21 de febrero de 2012
jueves, 16 de febrero de 2012
El Libro Viajero
Desde Facebook, el "Club de Lectura: Con un Libro entre la Manos", ha puesto en marcha una idea para que cinco libros pasen de mano en mano durante todo el año, recorriendo toda España, con la única condición de que cada lector lo pase a otro cada quince días.
Entre los libros elegidos está mi novela: EL TRIÁNGULO.
Espero y deseo que cada lector disfrute de la lectura de estos cinco libros.
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Entre los libros elegidos está mi novela: EL TRIÁNGULO.
Espero y deseo que cada lector disfrute de la lectura de estos cinco libros.
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jueves, 26 de enero de 2012
martes, 17 de enero de 2012
domingo, 15 de enero de 2012
Ni siquiera eso
® NI SIQUIERA ESO
© Antonio Blázquez Madrid
(Micro-relato finalista en el V Certamen Literario Premio Orola 2011)
© Antonio Blázquez Madrid
(Micro-relato finalista en el V Certamen Literario Premio Orola 2011)
Murió a las cinco, a las cinco en punto de la madrugada. Lo sé porque pude escuchar a lo lejos las cinco campanadas que salieron del campanario y cruzaron el pinar hasta el lugar en el que estaba tendido su cuerpo. No sé cómo tuve fuerzas para arrastrarlo y cubrir el hoyo. Aunque más me hubiera valido dejarlo allí, tal y como estaba. Después tuve que explicarlo mil veces, porque no me creyeron. Insistieron, una y otra vez, en que les diera el nombre, el nombre del cómplice que, supuestamente, debía de ser también mi amante. No fueron capaces de entender que él había cavado el hoyo para mí; y que la bala la tenía preparada para mí; y que sólo la bendita fortuna hizo que la pistola se le disparase a destiempo y en la dirección menos oportuna, para su desgracia; y que yo sólo acabé lo que el había ideado maliciosamente contra mí. Pero ni eso supo hacer bien en su vida, y hasta su deseada muerte ha sido para mí una desgracia.
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