lunes, 27 de diciembre de 2021

Proyecto: CIUDAD CRISTAL

Un buen regalo de Papá Noel antes de acabar el año 2021.

Estoy entre los escritores españoles seleccionados por el Ministerio de Cultura de España para su programa de fomento de la movilidad internacional de autores literarios. Un programa, financiado con fondos de la Unión Europea, que me llevará dos meses del próximo año 2022 a la ciudad de La Plata (Buenos Aires) – Argentina, para intentar poner punto final a mi nuevo proyecto literario: CIUDAD CRISTAL



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sábado, 11 de diciembre de 2021

UNA CUNA DE CARTÓN -cuento triste de Navidad-

Cambian los años y cambian los gobiernos, y llegan nuevas navidades con las mismas luces de colores, los mismos villancicos y, también, … las mismas penas. Unos arriba brindando con burbujeantes copas de champan, y otros abajo con la miseria como única compañía. Y este cuento triste de Navidad se repite año a año:   
                                   UNA CUNA DE CARTÓN
En el vestíbulo apagado de la sucursal bancaria el niño recién nacido tiritaba bajo los periódicos que tapaban su cuerpo desnudo. Tumbada a su lado, sobre el suelo sucio, una mujer joven y escuálida se sujetaba el vientre aún dolorido. Se quitó el raído jersey que cubría su torso, para arropar al niño que se acurrucaba en la caja de cartón que le servía de cuna. Al otro lado de la puerta, el cajero automático iba entregando sus billetes: ahora a uno, después a otro, y a otra, y a otro… que se abrazaban y seguían de parranda por la calle. En los periódicos arrugados se podía leer, en grandes letras, la fiesta que se celebraba: FELIZ NAVIDAD. La madre, escondida en el rincón oscuro del vestíbulo, y cubierta por la sombra del cajero, miraba con ternura a su pequeño. El niño, encogido dentro de la caja, dejaba escapar entre los pequeños labios de recién nacido sus primeros y desconsolados lloros.
   «No llores mi niño, no llores, que estoy aquí junto a ti. Hoy es Navidad, y el Niño Dios nació como tú en un lúgubre lugar sobre una cuna de paja. No llores mi niño, no llores, que mamá te cuidará siempre»
El intenso frío iba cubriendo la piel del bebé, que buscaba con ansiedad los pechos de la madre para intentar arrancar un poco de alimento de aquellos senos vacíos y secos. Ella los apretaba con fuerza, en un vano intento de hacer que unas gotas de cálida leche aparecieran en sus maltrechos pezones.  
   «Espera, mi vida, espera, que pronto alguien dejará un poco de leche fresca, o tal vez un yoghourt en el cubo de la basura. Espera, mi vida, que enseguida se calmará tu hambre».
El cajero volvía a repartir billetes entre voces alegres que esperaban inquietas. La tarde avanzaba gris, y un viento de nieve silbaba una canción triste de navidad al otro lado del cristal. El aire helado entraba por las rendijas de la puerta. La madre amontonaba más periódicos viejos sobre la cuna de cartón, que los pies del niño removían en una inocente lucha por encontrar algo de calor. 
  «No te preocupes mi niño, sólo es frío, que pasará pronto. Cuando acabe la noche y el nuevo día aparezca llegará el sol para espantar al frío. No te preocupes mi niño, sólo es frío, y se irá cuando llegue el día».
La tarde se apagaba dejando paso a la noche, y las sombras comenzaban a luchar contra las luces de colores que salpicaban el pequeño cielo artificial que colgaba entre las fachadas de las casas. En la calle se oían villancicos que salían de gargantas saturadas de champán y turrón. El cajero seguía entregando billetes. En el interior, los ojos inocentes y suplicantes del niño mostraban su hambre aún no saciada.  
  «No sufras, mi vida, que pronto caerá la noche, y la oscuridad te hará dormir; y cuando estés dormido iremos a buscar comida puerta a puerta, que hoy es Navidad y habrá gente buena que cubrirá su conciencia con un poco de leche caliente, que hará que tu hambre deje de ser hambre para quedar convertida solamente en miseria. No sufras, mi vida, que pronto caerá la noche e iremos a buscar comida». 
El sonido monótono y metálico del cajero se repetía una y otra vez. Los cristales empañados dejaban ver las luces de colores y las siluetas felices que cruzaban por la acera. La noche iba llenando con su gélida oscuridad el interior de la caja de cartón que servía de cuna al pequeño niño. El cajero repartía dinero sin descanso. Las gentes se despedían deseándose felicidad eterna. Mientras, la madre cogía a su hijo entre los brazos y lo apretaba contra su cuerpo para intentar darle un poco de calor. El niño ya no lloraba, sólo unas lágrimas cristalinas que cruzaban su cara mostraban su agónica existencia. 
   «Mi niño, no te rindas ahora, que la luna ya está en lo alto y la noche terminará pronto. Aguanta, que no tardando mucho llegará el sol luminoso y caliente para darte vida. Espera un poco más, mi amor, que mi cuerpo no tardará mucho en tener leche abundante y cálida para alimentar tu cuerpo. Ven, acurrúcate entre mis pechos; deja que mi calor espante tu frío. Resiste, mi amor, mi niño, no te rindas ahora». 
Fuera, bajo el cielo frío del invierno, los villancicos salían del interior de las cálidas casas, y atravesando los cristales de las ventanas se fundían con las luces de colores que adornaban la calle. Las risas alegres llegaban hasta la puerta de la sucursal bancaria. Dentro, entre la oscuridad, el niño ya no tiritaba, ni lloraba, ni movía sus pequeñas manos moradas, ni pataleaba entre los periódicos viejos; estaba muy quieto dentro de la caja de cartón, y la madre dejaba escapar una lágrima al tiempo que cerraba, con sus temblorosos dedos, los apagados ojos del niño. 
   «Mi amor, ahora en el cielo te estarán esperando impacientes, y las nubes formarán entre ellas una cuna blanda que recogerá tu tierno cuerpo, y las estrellas lucirán toda la noche para celebrar contigo la Navidad, y cuando salga el sol, tú estarás lejos de este frío mundo que te vio nacer y que nunca quiso conocerte. Mi niño, mi amor, mi vida, ahora tendrás un cielo caliente, solo para ti».
El cajero volvía a dejar caer más billetes, que alguien recogía mientras cantaba a la navidad. Al otro lado, el pequeño cuerpo del niño permanecía, inerte y frío, dentro de su cuna de cartón.
 © ® Antonio Blázquez-Madrid
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lunes, 15 de noviembre de 2021

EL JUEGO DEL CALAMAR (comentario)

EL JUEGO DEL CALAMAR 
  Comentario sobre la serie más vista de la historia: “El juego del Calamar”, destinado, únicamente, a los que ya la vieron. Absténganse los que aún la tienen en la lista de series a ver, pues, en modo alguno, pretendo hacer spoiler de la misma.
   He oído comentarios que dicen que el verdadero inicio de esta serie televisiva comienza en el capítulo segundo, y razón no les falta, pero sin el capítulo inicial se le podría “acusar”, al autor de esta obra, de estar ocultando información, para poder cerrar la historia con un engañoso final sorpresivo. El autor no nos intenta traicionar, y nos muestra, desde el principio, que no va a ser un pasatiempo inocente, como se pudiera desprender al tratarse de un juego infantil. No es un juego donde el azar tenga razón de ser, en el que las posibilidades de éxito estuvieran repartidas a partes iguales entre ambos jugadores; si esto fuera así, habría valido con tirar una moneda al aire para repartir por igual las oportunidades, pero no, el “sobre” siempre muestra la misma cara, la cara a favor del que propone y dirige el juego, un juego de trileros. No es una disputa de igual a igual, sino que está dirigida y manipulada por quien o quienes lo organizan, como al final de la serie se demuestra. Por lo tanto, la primera conclusión, es que el autor es honrado con el telespectador, y no le oculta ninguna información (tal y como harían los malos autores); otra cosa distinta es que no podamos llegar a esta conclusión hasta el final de la historia, como sucede con las buenas obras, ya sean literarias o televisivas. Este primer capítulo tiene, además, la virtud de la sorpresa, una sorpresa de una intensidad máxima, pues cuando el espectador, cómodamente sentado en su sillón, espera ver un conocido e inocente juego infantil, todo su sistema de valores convencionales se rompe, pasando de una candorosa inocencia a una realidad trágica inesperada y rompedora. Quien no haya sentido un sobresalto en su interior al ver las primeras escenas del juego, miente. Con lo cual, el autor consigue el efecto deseado, que es despertar el interés y conseguir que deseemos seguir viendo el siguiente capítulo, para conocer cómo continúa. 
  Y, en efecto, estoy de acuerdo con los que dicen que la verdadera historia comienza en el capítulo segundo, donde queda plasmado que quien sigue en el juego, que son todos o la inmensa mayoría, aceptan matar con tal de conseguir huir de sus miserias sociales y económicas. Quizá esta apreciación: “matar”, pueda parecer excesiva, pero esta es la parte filosófica sobre el comportamiento humano que nos muestra la serie, pues si alguien acepta luchar sin reglas con el objetivo final de que mueran todos y cada uno de los que le rodean, es que está dispuesto a zancadillear, traicionar e, incluso, “matar”, de cualquier modo y en cualquier lugar, para conseguir el premio final que le libere de sus miserias.
  Al final vemos que todos los juegos sucesivos, que se nos muestran en cada uno de los capítulos, están preparados para convertirse en espectáculos para unos pocos, que los manejan para su divertimento y con un mínimo riesgo (tan real como el propio mundo donde vivimos), y, de paso, para mostrarnos las miserias humanas más despiadadas.
  Lo que menos me ha gustado es la inclusión de algunas dosis de moralina barata, que sirven para acallar nuestras conciencias de espectadores, supuestamente, ajenos a los unos y los otros.
  El desarrollo de esta serie se desenvuelve por el camino clásico de cualquier obra literaria o cinematográfica: planteamiento, nudo y desenlace. En este aspecto no aporta nada novedoso: bien llevado en cuanto al planteamiento y nudo, aunque en el desenlace es, en mi opinión, donde más flojea, tal vez motivado por esa absurda y comercial idea de que todo tenga que tener segundas partes, olvidándose del dicho popular, según el cual: segundas partes nunca fueron buenas, o, al menos, no tan buenas como las primeras.
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jueves, 11 de noviembre de 2021

CENTRALES NUCLEARES (texto fuera del análisis literario)

Necesito que algún experto me lo explique: Francia tiene 58 centrales nucleares, nosotros 4. Francia va a construir nuevas centrales nucleares, España va a cerrar las 4 que tiene. Después Francia nos vende la electricidad producida por sus centrales nucleares, y nosotros compramos gustosamente esa electricidad a precios caros. Y en el supuesto de que haya un accidente nuclear en las centrales de Francia, España estaría afectada de lleno, y no podríamos vender ni un pimiento. Necesito alguien que sea capaz de explicarme este galimatías lleno de "incongruencias nucleares"



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martes, 26 de octubre de 2021

miércoles, 20 de octubre de 2021

SEUDÓNIMOS CON NOMBRE DE MUJER

"Premio Planeta 2021 - CARMEN MOLA o el debate de oportunismo o no con este seudónimo que escondía a tres hombres en tiempos de concienciación feminista"

Qué pena que aún nadie ha descubierto que tuve mi novela, "Secretos de un Diario ...", publicada con nombre de mujer (Betty De la Cal) durante dos años. A ver si hay suerte y alguien se indigna mucho por esto, y este libro se convierte en un best seller😂😂😂




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viernes, 15 de octubre de 2021

lunes, 11 de octubre de 2021

LA CENSURA QUE SE OCULTA BAJO “LO POLÍTICAMENTE CORRECTO”

De una manera periódica nos llegan noticias, a través de los distintos medios de comunicación, sobre la quema de libros, o sobre cambios en los contenidos originales de algunas obras escritas, o se hace mención a la inclusión de las mismas en determinadas listas negras, creadas sin ninguna explicación razonada ni razonable. Y todo ello porque, según los Guardianes de lo “políticamente correcto”, estos libros inducen a comportamientos racistas, o xenófobos, o, simplemente, porque dicen que atentan contra los valores que afectan a cualquier grupo social o racial que esté bajo el paraguas protector de esos Guardianes de “lo políticamente correcto”, que se consideran, así mismos, como los poseedores de las verdades absolutas por las que se tiene que regir el resto del mundo.

Esto, sin duda ninguna, es una política de CENSURA programada en toda regla, pero, a pesar de la gravedad que ello implica, no es lo que más debe preocuparnos, pues los libros y sus contenidos siempre han sobrevivido a todas las censuras, y seguirán sobreviviendo. Lo realmente grave y preocupante es que haya una mayoría de ciudadanos llanos y pensadores de gran prestigio intelectual, incluidos los propios escritores, que callan sus voces por miedo a lo que digan de ellos, y esta es una autocensura más dañina que la propia censura, pues da argumentos, donde no los hay, a esos Guardianes de “lo políticamente correcto” que, ante la falta de réplica, se autoconvencen (producto de una superioridad social y moral que se autoatribuyen) de que sus aberrantes hechos son las únicas verdades aptas para defender a esta sociedad, en la que nos ha tocado vivir, de las miserias morales que, según su criterio egocéntrico, son dañinas por no coincidir con sus planteamientos. 

¿Cuántos denunciamos estos aberrantes hechos? Pocos, muy pocos, y la CENSURA avanza lenta pero inexorablemente, campeando a sus anchas no solo por el mundo de las letras, sino por cualquier otra actividad artística, creativa o filosófica.  



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martes, 5 de octubre de 2021

"LA CIUDAD NEGRA" y la PEDERASTIA

Una comisión sobre abusos en la Iglesia francesa cifra en 216.000 los casos de pederastia desde 1950 

La diferencia entre el clero francés y el español: este se niega a investigar los abusos del pasado

 “SON DOS ACTITUDES DISTINTAS: UNA ES PROACTIVA Y LA OTRA, COBARDE”, ACUSAN LAS VÍCTIMAS, QUE ACHACAN LA POSTURA A LA PASIVIDAD DE LA SOCIEDAD CIVIL

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“LA CIUDAD NEGRA”, LA NOVELA QUE DENUNCIÓ LA PEDERASTIA Y OTROS ABERRANTES HECHOS TAPADOS BAJO UN MANTO SAGRADO DE SILENCIO POR LA IGLESIA CATÓLICA, Y QUE FUE SILENCIADA





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viernes, 1 de octubre de 2021

“EN BLANCO” — “BLANK” –– “VUOTO”— “EM BRANCO” — “أبيض” - “VIERGE” — “κενό” — “ブランク” — “B БЛАНК” — 空白

Una obra literaria conceptualmente distinta, que da a cada lector la posibilidad etérea de recrear la fábula existente en la mente creadora del autor, y que este ideó y plasmó: EN BLANCO, para avivar la imaginación de los lectores.

EN BLANCO, también permite y anima a elaborar historias personales, ya sean reescritas sobre la real (aunque parezca invisible) idea que el autor ha pretendido transmitir, o bien, simplemente, imaginándolas y dejándolas atrapadas en el interior de la memoria, para recordarlas cada vez que vuelvas a mirar las páginas de esta obra.

Pero si eres una persona poco dada a leer, descubrir o imaginar historias, no te preocupes, porque este libro: EN BLANCO, te dará la oportunidad de tener el más original notebook que nunca antes hayas comprado.      https://www.amazon.es/EN-BLANCO-Antonio-Bl%C3%A1zquez-Madrid/dp/B09BLRV4H8/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&dchild

El autor: Antonio BLAZQUEZ-MADRID


   

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lunes, 19 de julio de 2021

LA TALANQUERA

     

                                                                                           

Recordando otros veranos ya lejanos, he vuelto al pueblo que fue la cuna de mi niñez. Llevado por un inconsciente incontrolable, lo primero que he hecho ha sido dirigir mis pasos hacia la vieja talanquera. Permanecía allí, igual que la recordaba: los viejos palos cruzados, separando una parte del valle de la otra, clavados y arraigados en el suelo como si hubieran nacido y crecido en aquel mismo lugar.

Parado en el lugar de siempre, me he quedado mirando a la otra parte del valle, sin atreverme a profanarlo. He permanecido quieto delante de la talanquera, al igual que las otras veces, inmóvil, sin decidirme a traspasarla, sin atreverme a saltar al otro lado, a esa parte inexplorada que nunca fui capaz de pisar, a pesar de que, a simple vista, parece idéntica a este otro lado donde me encuentro, pero que, sin embargo, es tan distinta para mí.

Debería resultarme fácil, muy fácil, pues solamente hay que dar un pequeño salto, mas, a pesar de eso, cuando lo intento, una especie de hormigueo debilita mis músculos, al tiempo que un sudor frío me empieza a correr entre las sienes; y mis manos se esconden miedosas entre la fina tela de los bolsillos. Solo mis ojos observadores siguen gritándome que todo es igual, que mis miedos son infundados, que al otro lado la vida es tan bella o tan dura como en el lugar donde ahora vivo, pero en mi cerebro una fuerza oculta e invencible me vuelve a llevar a esos miedos que me siguen atenazando, y que me impiden cumplir mis más íntimos deseos.

Recuerdo cuándo comenzó esta lucha en mi interior. Tendría unos ocho años. Y fue entonces cuando el miedo se apoderó de mí, un miedo que aún hoy en día me impide pasar esa barrera. La primera vez que me acerqué a este muro de tablas y palos cruzados, cuando aún era ese niño de corta edad e inocente experiencia, no fue en una mañana soleada, ni en una tarde luminosa y caliente, sino en una noche oscura con la luna escondida tras las nubes, y fue entonces cuando me pareció ver una sombra negra que se movía oscilante y reptando más allá de la valla de madera, arrancando la vida a las flores y a los animales que se cruzaban en su camino. Era tal y como me lo había contado mi abuelo, el mismo abuelo que desapareció al poco tiempo porque un día atravesó la talanquera y se perdió entre el horizonte, según contaron en la casa. Nunca más lo volví a ver, y no quise asomarme de nuevo por encima de la valla, por si veía, entre las flores arrancadas, su cuerpo destrozado por aquella sombra.

Fue mucho tiempo después cuando regresé por segunda vez al mismo lugar. Mi vida había rodado ya por muchos caminos. Por eso pensé que podría, al fin, saltar al otro lado, traspasar la talanquera para cumplir al fin mis deseos y, de paso, enfrentarme a mis temores, temores que parecían infundados por lo que mis ojos me trasmitían.

No sé el porqué, pero procuré que fuera de noche cuando me acerqué de nuevo a la empalizada. Mis pies temblaban según me iba acercando, sin que hicieran caso a las órdenes de tranquilidad que salían de mis razonamientos más serenos. Antes de llegar me pareció oír a lo lejos, más allá del horizonte, la voz de mi abuelo llamándome por mi nombre de niño, ese diminutivo infantil que ya había olvidado hacía mucho tiempo. No supe distinguir si su voz era la de alguien feliz o de alguien perdido y atrapado, y volví a recordar la noche primera, y sentí un profundo miedo que pudo con mis deseos de descubrir lo que había más allá de aquella barrera de palos cruzados. A pesar del temor que me aprisionaba, di los últimos pasos que me separaban de la talanquera, y poniendo mis manos sudorosas sobre lo alto de la valla miré al lado contrario. Me pareció oír un aullido lejano de lobos, aunque tal vez fue solo producto de mi imaginación alterada. La profunda oscuridad me impedía distinguir las flores de las alimañas nocturnas que se movían sobre el suelo, un suelo negro como la misma noche. Quise llamar y preguntar a mi abuelo, por si él me podía responder y decirme lo que había en ese horizonte con el que yo soñaba y que no conocía, pero la voz, teñida de miedo, no salió de mi garganta. Pensando en ese abuelo que desapareció un buen día más allá de la talanquera, abandoné el lugar al igual que hice cuando era un niño.

Hoy, en el primer día de mis vacaciones, he decidido volver, no en la noche oscura sino cuando el sol comenzaba a dejar caer la luz sobre el nuevo día, a esta barrera de palos y madera que siempre se ha interpuesto en mi vida y desarmados todos mis deseos. He mirado a las flores del otro lado y me he fijado en el rocío que cubría el suelo verde, y he envidiado la libertad de las largas hileras de hormigas que traspasaban la empalizada sin temor alguno. Pero, a pesar del frescor de la mañana, mis manos se han vuelto sudorosas, y mis pies se han puesto inquietos y nerviosos, y sin poder remediarlo me he alejado de la talanquera. He dado tres pasos atrás: uno… dos… tres, y a mi memoria ha vuelto el recuerdo de aquel abuelo que un lejano día desapareció después de cruzar al otro lado, según dijeron, y del que nunca más se volvió a hablar en la casa, y pensando en ello he desistido, y he retornado junto a los míos, esperando, tal vez, un nuevo verano, cuando me encuentre con el valor necesario para saltar esa talanquera que me separa de lo desconocido y al mismo tiempo deseado, tal y como él hizo una noche de luna cerrada.

                                                 Antonio Blázquez-Madrid

                                                                                                 


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viernes, 19 de febrero de 2021

MANIFIESTO

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martes, 9 de febrero de 2021


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viernes, 1 de enero de 2021

BRINDIS POR EL NUEVO AÑO 2021


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