lunes, 21 de diciembre de 2020

CUENTO TRISTE DE NAVIDAD - continuidad-

                  Cuento Triste de Navidad

                  -Continuidad-

 La monótona música de los villancicos traspasa, como cada año, los cristales de la ventana. La misma historia vuelve al lugar de siempre. En el salón, un gastado belén ocupa la repisa de la chimenea. En el belén el Niño debe de tener la mejilla rota, y la tiene; la Madre debe de estar con los ojos borrados, y así está; el Padre debe agarrar con dureza la empuñadura del bastón, y lo hace.

Sentado en un raído sillón, frente a la chimenea, un hombre contempla inquieto la escena navideña, al tiempo que sujeta con fuerza una culata fría. Sobre una hamaca, una mujer balancea su cuerpo con ritmo cansino, mientras que mira en silencio, con ojos apagados y quietos, una fotografía amarillenta que mantiene entre las manos. La estancia huele a aguardiente añejo. En las sucias bolas de cristal que pretenden adornar el ‘nacimiento’, ya no se refleja la exigua luz que apenas llega a cubrir las paredes de la habitación. Apartado en un rincón, un niño lee un cuento de navidad escrito en un diario un día 25 de otro mes de diciembre. Un «boom» salido de entre las palabras que está leyendo se adelanta al potente «boom» que llega a sus oídos. Con miedo, y sin levantar la mirada, al mismo tiempo que toca su cara dolorida, el niño prosigue con la lectura para saber cómo termina la historia de aquel otro 25 de diciembre que se cuenta en el diario, y las letras le van descubriendo que el hombre que aparece en el relato tiene que quedar con el brazo caído, inerte, y sus dedos rozando las baldosar manchadas de rojo, y así queda; y la mujer que le acompaña, después de llorar con amargura hasta secar sus ojos, tiene que permanecer eternamente mirando una fotografía que coge con sus temblorosas manos, y así permanece; y un niño, que se acurruca temeroso en una oscura esquina, tiene que leer un cuento triste de navidad, mientras se acaricia su rostro herido, y así lo hace.

El niño termina de leer el relato escrito en el diario, y vuelve a esconderlo bajo las baldosas rotas del salón, para que, al año siguiente, cuando los villancicos retumben de nuevo a través de los cristales y el belén roto vuelva a estar sobre la repisa de la chimenea, otro niño lo encuentre, mientras se oculta con miedo en un rincón oscuro con su mejilla dolorida. 


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martes, 8 de diciembre de 2020

Microrrelatos: CINCO EN PUNTO

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Cinco en punto. Antonio Blázquez Madrid. 2ª Edición

Por María Isabel Ruano

Cuando descubres un libro en tu buzón, te alegra el día. Sí viene acompañado de la cariñosa dedicatoria de un amigo es, por sí mismo, una excelente carta de presentación.

Sí además la portada es original, bañada de azul, el del universo o el mar, enigmática y sencilla a la vez, el atractivo va en aumento. Lo ojeas y tu mirada se llena de ilustraciones con un aire diferente, técnicas de engranaje, relojes y misterios…el libro te atrapa incluso antes de comenzar a leerle.

Se trata de la última obra de Antonio Blázquez Madrid en su segunda edición, Cinco en punto.

Esencia y señorío de su autor plasmada incluso en sus dedicatorias. Lectura rápida y amena, llena de ecos, de campanadas y manecillas de relojes que marcan un tiempo inexorable, sin retorno para recuperar el amor, el perdón o la vida y con un señalado destino que envuelve a los personajes. Soledades y ausencias. Acontecimientos que pudieron ser y no fueron. Rescate de una memoria fugaz, perdida o frágiles recuerdos que avivan o condenan la existencia. Estructurado en seis partes, es la primera, “Momentos”, la que tiene el mayor peso de la obra y en la que el lector queda definitivamente seducido por las “cinco en punto” de un reloj que describe escenas como fotografías, tanto reales como simbólicas en las que el color, el sonido, los sabores, el viento, el otoño, el frío, el día y la noche marcan el paso del tiempo como aliados de un destino sin retorno.

Fotografías congeladas para que el lector se deleite en ellas a través de lecturas reiteradas como bien aconseja el autor, ya que no por su brevedad pierden intensidad y emoción. De esta manera palpamos la fuerza del color azul, el gris, el negro y el “amarillento” hermanado con la vejez o la soledad. El protagonismo de un vestido de novia, de las cenizas o de la liberación a través del suicidio; el miedo, el oráculo, el tren, la figura del torero o de la quimera en sí. Todo ello acompañado del sonido del reloj y de un té que puede servirse frío o caliente en casas perdidas en el recuerdo, abandonadas o imaginadas. Onomatopeyas e imágenes que seducen al lector y cuyo eco le acompañan después de su lectura. Sea este eco aviso, sentencia, rescate o la búsqueda de respuestas.

El siguiente apartado, “Tempus”, describe en cuatro textos, de una manera que a mí me parece especialmente bella, el devenir de las estaciones por la tierra castellana a través de su aroma, los colores, animales y semblanzas. Paisajes que el autor conoce muy bien por su lugar de nacimiento.

Regresa el autor a las “Soledades” a través de los sueños, las sábanas, confesiones y secretos y la simbología de nuevo presente en el reloj aunque marque horas diferentes del día o de la noche.

En el cuarto apartado es el “Desván” el que adquiere protagonismo a través de un futuro incierto, de las sombras, las cicatrices, la venganza, de una lotería o partida perdida.

Los “Pensamientos”, breves pero contundentes, ocupan el quinto apartado del libro para terminar, como bien nos avisó al principio con “Finis” en el que en un solo texto resume la fugacidad del tiempo y la brevedad con la que se pueden contar las historias, “grandes historias”, con acierto tal y como Antonio lo ha hecho en esta recopilación de microrrelatos. Motivos por los que felicito a su autor y recomiendo la lectura de este libro que no dejará indiferente al lector. Puede ser un agradable regalo navideño.

Por cierto y a modo de anécdota, comentar que yo nací en el madrileño barrio de Las Ventas a las cinco de la tarde cuando el médico se marchaba a los toros… ¿Casualidad o relato?

¡Enhorabuena Maestro!

Mª Isabel Ruano Morcuende

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