lunes, 23 de octubre de 2017

LUTO POR LA DEMOCRACIA

Leer más...

jueves, 12 de octubre de 2017

EL SUPREMACISMO CATALÁN

Podríamos definir el “supremacismo” como la ideología que sostiene que algunas razas, naciones o pueblos son superiores a otros pueblos, naciones o razas, utilizando para ello simplonas razones biológicas, culturales e incluso morales. Como ejemplos históricos podemos recodar el “supremacismo blanco” sobre la raza negra, que durante tantos tiempo campó a sus anchas por los Estados Unidos de América, y el “supremacismo ario”, de la terrible Alemania Nazi. “El supremacismo” siempre tuvo grandes dosis de racismo, de xenofobia, y de insolidaridad social. Y cuando, a través de la democracia y de la solidaridad entre los pueblos, parecía que se había conseguido dejar en el olvido del pasado las ideas supremacistas, de pronto nos encontramos con que vuelven a resurgir con toda su intensidad en esa Cataluña que, para justificar su pretensión de ser independiente, se agarran a sus (supuestas) “diferencias genéticas y morales” con el resto de los pueblos de España, como si no hubiéramos sufrido en Europa suficientes tragedias provocadas por las antiguas ideas supremacistas de la auto-denominada Raza Aria. Lee uno, con estupor, las declaraciones de una diputada del Parlament de Catalunya que dice: “Somos diferentes. A ver cuándo se van a dar cuenta”. ¿Diferentes en qué, Sra. Diputada? ¿Son acaso todos los catalanes más listos, más guapos, más simpáticos que el resto de los españoles? Pues no, Sra. Diputada: Estoy seguro que en Cataluña hay algunas personas muy inteligentes, pero también las hay en Andalucía, y en Salamanca, y en Francia y… hasta en Corea del Norte las hay. Igual de cierto que lo anterior es que en Cataluña también viven muchos mediocres, lo mismo que en Andalucía, en Salamanca, en Francia, y… también en Corea del Norte o en cualquier otra parte del mundo. Y, por supuesto, que en su querida tierra, Catalunya, también existen tontos de solemnidad, de la misma manera que existen en cualquier parte de este planeta llamado tierra, y como no, también en Andalucía, en Salamanca, en Francia, y, claro está, en Corea del Norte. No, Sra. Diputada, no son diferentes, y a estas altura del siglo XXI, buscar razones diferenciales, ya sean genéticas, raciales o morales, es, cuando menos, más propio de ignorantes y xenófobos que de personas civilizadas, inteligentes y demócratas. Usted sabrá dónde se sitúa.
Leer más...

MI LIBERTAD SECUESTRADA POR LAS BANDERAS

Antes, cuando me levantaba por la mañana, me asomaba a la ventana para ver los primeros rayos del sol, y no veía ninguna bandera colgando de los balcones, y la libertad se reflejaba en mi cara. Antes, cuando subía al autobús para ir al trabajo, observaba a mi alrededor y solo había caras somnolientas o despiertas que miraban al infinito o al acompañante de al lado, sin escuchar palabras contrarias contra nadie por sus diferencias políticas o sociales, y la libertad se reflejaba en sus ojos y los míos. Antes, cuando volvía a casa y recogía a mi hijo en la puerta del colegio, le preguntaba y hablábamos de las ciencias o las matemáticas, y nos contábamos cómo nos había ido por la mañana y por la tarde, y la libertad nos envolvía. Hasta que un día, alguien, desde su pulpito de poder, convenció a una parte de la calle para que adornara sus ventanas con banderas insolidarias y guerreras, y en ese momento, al mirar al frente, comencé a pensar que algo de mi libertad me estaban robando. Poco después, alguien, desde su púlpito de insolidario poder, hizo creer a unos que los culpables de sus males eran los otros, y en el autobús de la mañana, las miradas, empañadas por los distintos colores de las banderas, empezaron a ser recelosas y esquivas, y sentí un profundo dolor en mi corazón al comprobar que estaban consiguiendo que la mitad de mi libertad quedara atrapada. Pero aún soñaba con que todo esto fuera pasajero, hasta que una tarde, cuando fui a recoger a mi hijo al colegio, me di cuenta que alguien, desde su ignominioso y trapacero púlpito de poder, le había enseñado a grabarse una bandera partidista, insolidaria y guerrera en su frente, y le habían adoctrinado para enfrentarse a aquellos otros que no compartieran sus mismos colores; y dejó de hablarme de literatura o de ciencias naturales, o de sus clases y compañeros, a los que comenzó a diferenciar entre camaradas o mierderos, según el color de sus ideológicas ideas. Y entonces, con mi alma inundaba de la más rabiosa incomprensión, me di cuenta que HABÍAN SECUESTRADO MI LIBERDAD CON LAS BANDERAS.
Leer más...